El dulce ensordecedor pitido de la alarma despierta mis sentidos. Lagañas inundan mis ojos obligándome a lavar mi gesto. Una cascada cristalina sabor hielo estremece mis manos. Cuando mis pupilas ven a través de la ventana, el vidrio refleja un lienzo amarillo.
Mi canilla comienza a gritar, me ahogo por el vapor del baño. Los azulejos congelan mis pies mientras el ruido de la lluvia opaca las agujas del reloj.
Los escalones crujen al son de mi estómago atraídos por el perfume del desayuno. El gusto picante del café quema mi boca mientras mis manos alcanzan el frío cobre para salir.
El olor de la áspera correa del morral me trae nostalgia de la oficina. Abro la puerta y un viento helado golpea con fuerza mi mejilla, entre tanto, camino apresuradamente. Al llegar a una esquina, mi pantalón vibra obligándome a atender. Observo atentamente la fecha cuando sonidos tristes inundan mi alma; hoy es Domingo.
Mi canilla comienza a gritar, me ahogo por el vapor del baño. Los azulejos congelan mis pies mientras el ruido de la lluvia opaca las agujas del reloj.
Los escalones crujen al son de mi estómago atraídos por el perfume del desayuno. El gusto picante del café quema mi boca mientras mis manos alcanzan el frío cobre para salir.
El olor de la áspera correa del morral me trae nostalgia de la oficina. Abro la puerta y un viento helado golpea con fuerza mi mejilla, entre tanto, camino apresuradamente. Al llegar a una esquina, mi pantalón vibra obligándome a atender. Observo atentamente la fecha cuando sonidos tristes inundan mi alma; hoy es Domingo.
Lucas Vittor y Alejandro Schwartzmann